Críticos de Arte

Cesar Rengifo

   Pintora de vocación, y atenta y cuidadosa, por disciplina, a las indicaciones y juicios críticos que le fueron formulados, supo asimilarlos y proseguir en un trabajo constante y paciente que le va proporcionando ya buenos y seguros frutos. Su ojo, su mano y sus conceptos de líneas y formas se van afinando, y aun cuando se advierte en alguno de sus cuadros la lucha con el objeto y el esfuerzo por imponerse al material, hay la impresión de que Lillian Alvarez ya alcanza metas que son puntos de progreso para una cabal formación como pintora.

 

   Las obras que ahora ofrece, muestran ese avance.  Hay en muchas de ellas una idea precisa del paisaje. Paisaje visto e interpretado sin mixtificaciones y donde la fuerza del trazo y la violencia del color conducen a un armonioso logro plástico.

 

   Las posibilidades para una cabal formación pictórica que lleva en si Lillian Alvarez son muchas, ella lo sabe, y es sobre ese conocimiento que debe apoyarse, para ir adelante, en la construcción de una obra cada ves mas valida.

Alirio Palacios

   Flores, naturalezas muertas, bodegones, paisajes marinos, blancas calles donde sorprende la ausencia de los seres humanos, largas filas de extraños árboles. Estas imágenes crean un mundo solitario y un poco misterioso para el espectador.

 

   El color, sutil y apagado evoluciona hacia los matices puros, vibrantes, a veces hasta crudos, que agregan a las formas una nota inesperada de fuerza e intensidad.

 

   Su pintura y su personalidad creadora cambian en el continuo proceso de la evolución y desarrollo.  Los cuadros presentados nos hacen esperar a los efectos de esa búsqueda con gran interés y curiosidad.

 

   Lillian, trabajadora y entusiasta, se encuentra hoy avanzando por el camino de la superación!

 

Antonio L. Alcántara

   La pintura de Lillian Alvarez me trae gratos recuerdos; gran parte de los motivos por ella seleccionados reflejan el cariño que le tiene a su Caracas, pintando las callejuelas de los barrios para que no muera  la fisonomía de los sitios que evocan recuerdos del pasado.

 

   Son obras logradas con gran espontaneidad, no caen el preciosismo comercial imperante.

 

   Lillian estudiosa, a lo que se dedica con gran acierto; es persona muy gentil; por ser nieta de quien fue mi gran maestro – el profesor Cruz Alvarez García – me siento honrado y orgulloso de poder expresarle este merecido reconocimiento.

Francisco Da Antonio

   La pintura de Lillian ha experimentado un cambio que debe coincidir, por fuerza, con un cambio aun mas profundo en su personalidad, en sus vivencias y en su comprensión de las cosas y de cuyas alternaciones, aun a despecho de si misma, su pintura no hace más que ofrecer testimonio. Y por cuanto ese cambio debió producirse con cierta violencia interior, pero también con decisión definitiva, no podía menos que aflorar hasta la superficie de sus telas. Ni los conflictos ni sus soluciones constituyen, empero, credenciales plásticas.  El interés de la obra de Lillian radica en sus propios valores y, fundamentalmente, en las posibilidades y alternativas hacia las que apunta su trabajo.

 

   Una progresiva acumulación de fuerza pugna en su pintura de estos anos. Pero Lillian, en cierto modo, esta comenzando y lo andado hasta ahora no ha hecho mas que preparar el camino. Y ella, de persistir en lo suyo, en su propio camino.

Rafael Pineda

El jardín Enrarecido

 

   Al óleo sobre tela, Lillian Alvarez pinta “lo que desaparece”.  Textualmente:  Flores, naturalezas muertas y paisajes, los temas tradicionales de la Escuela de Caracas.

 

   En este jardín enrarecido alternan formas y colores que ya no relejan las variaciones del tiempo, con los ecos de realidad procedentes de la imaginación de la pintora, y por lo tanto más vivos.

 

   Pero ella sabe, dueña como lo es de los secretos de la técnica pictórica, cual es el territorio que se interpone entre la flor de laboratorio y la flor eternamente ausente del ramillete concreto de Mallarme. Entonces su futuro inmediato se dedicara en esos dos extremos, la academia y la rienda suelta de la creatividad.

 

   Lillian se ocupa también de la restauración y conservación de obras de arte, no menos que de la enseñanza plástica, en lo cual sigue las huellas de su abuelo, el escultor Cruz Alvarez García, quien durante más de cincuenta anos dio lecciones en Caracas.

Adolfo Romero Luengo

   Es interesante observar que ella es restauradora. Sin embargo, a la hora de pintar, según se ve en sus cuadros, lo que importa es el testimonio plástico.  Entonces se deja de lado toda otra influencia que pueda interferir el hecho creativo.  Ya se trata de un estado sensorial que busca en la paleta su forma de expresión. No obstante esto y la conciencia vocacional y artística, y a pesar de la temática común y los motivos tradicionales de sus cuadros, hay en ellos diferencias sustanciales en la manera de utilizar el dibujo y el “desdibujo” , en el tratamiento de la materia, y en la coordinación de la propia técnica y de la personal sensibilidad, que les permite el logro de valores significativos, y efectos de color muy peculiares.

 

   Lillian ha sido calificada de impresionista y se la ha llamado pintora naturalista.  Más bien diríamos testimonial.  Pues, si en verdad, su amor a la Naturaleza es visible en su obra, igualmente es cierto, y muy marcado, el testimonio que hay en ella de calles y de lugares tradicionales de la Caracas que se va para darle impulso a una nueva arquitectura, a un nuevo ambiente.  Sin embargo, si todo ello ha sido un propósito que la ha caracterizado, su obra, por otra parte, va alejándose con notoria naturalidad hacia otras búsquedas en las que, su inquietud y su intuición pueden conducirla a sorprendentes hallazgos plásticos.

 

   Ella continua su avance segura de lo que desea, asimilando conocimientos, y motivada, no solo por su ser sensible de mujer, sino también, fundamentalmente, por lo que es en su condición de artista que es en donde están todas sus posibilidades para la obra deseada, que por sobre todo, en ella, es la pintura en su significado y en su expresión mas valida.

Ricardo Acosta

  El serpentear de las calles que a saltos avanzan hacia la profundidad de una lejanía sin horizontes posibles, una cierta  intimidad hechas flores desparramadas sobre la tela y sostenidas por manchas de colores, todo esto, sometido a una extraña perspectiva en donde el punto de partida es un infinito existencial y humano, todo esto, digo, casi afirma el hecho que esta muestra en la Galería “Botto” significa lo mas parecido a una suma de lo que ha encontrado en los últimos anos la joven Lillian Alvarez.

 

   En sus paisajes la tierra a planos aparece y luego parece esconderse en hundimientos sorprendentes. Sobre ella el color se hace estructuras verticales que alzan tejidos de tejas estructuradas con signos horizontales para descubrir casa y pueblo, caminos de la tierra adentro,  Sobre el juego la luz se irradia bajo la piel de los grandes cielos, a veces, con el poder supremo de su fuerza, a veces, con esa carga del estado anímico de la pintora. La singular triangulación de la gama de los colores complementarios, también  juzgados en base a leyes de su propia simetría casi contrastal a los ritmos propuestos por las casas y la tierra, hacen pensar que no es aventurado decir que con esta, la tercera exposición al publico que hace Lillian Alvarez, la artista cierra y a la vez abre nuevos senderos para su arte. Lillian Alvarez ha ido logrando un lenguaje en sus paisajes, crea formas, encuentra realidades plásticas, y ese juego de la realidad-real y de su realidad como creadora, comienza a escaparse hacia altos caminos. 

José Antonio Rial

   Son paisajes, en general austeros donde la sobriedad no se concreta al dibujo sino que técnica, colorido, perspectiva y asunto han sido sometidos a acética reducción, sin que la expresividad de la obra pierda en valores significativos y menos en emoción.

 

   Hay amarillos, pero no así en las otras obras logradas a base  de grises, rojos, azules pero dominados por un sepia matizado que uniformiza la naturaleza como un estado de espíritu.

 

   Pero hay un impresionismo como de Monet, que capta lo fugaz y lo eterniza, pero sin que por ello deje de atraparse como instante, y el de Van Gogh, que es al mismo tiempo expresionismo y por tal virtud ambición de lo permanente casi de lo arquetípico.

 

   Los paisajes están “degradados” a lo primordial, sin recreo en detalles accesorios, reduciendo el bosque a los árboles, el cielo y una sutil atmosfera otoñal, triste.

José Guillermo Schael

   Grata impresión causo la exposición de Lillian Alvarez. Con ella compartimos la idea de que parte de la escenografia urbana podría salvarse, si nuestros pintores tratasen de plasmar algunos de los rincones, plazuelas y calles de la ciudad ya devorada por el progreso. 

 

   Los contados testimonios gráficos corren el riesgo de perderse por la natural acción del tiempo. No siempre los fotógrafos se preocuparon de emplear un buen fijador. Entre los cuadros más llamativos de la novel pintora  cabe mencionar uno de la Iglesia de Petare concluida en l858 y tomada de un grabado de Neun.  Esta otro con la fachada de la casa donde viviera el gran músico Jerman U. Lira.

 

   Lillian Alvarez es nieta del escultor Cruz Alvarez, autor del busto a Cervantes, erigido en Plaza España.

 

“Revive en ella la fibra del desaparecido escultor”